lunes, 14 de mayo de 2012

ELLA



Toda la luz del tiempo permanece
y en su torre total el medio día.
                               Pablo Neruda

Ella sobrevoló como un tumulto
y tiempo al fondo lejos yéndose
como la tabla recta de la muerte
un minuto voraz en los volcanes

los disecados perros que anunciaban
el regreso las nubes sol al fondo
de esta primavera lejos yéndose
y todas las agujas que suenan

no hay nadie no hay nadie
que habite el sepulcro
donde todo yo muere
donde toda tú

te elevas
y sientes el peso de la sombra
los párpados cayendo
los bosques que arden

tan sin nunca se encuentran

Ella sobrevoló las voces del deseo
los días acabados huracanes de luz
metralla antigua quién recuerda
los motores del mundo enaltecido

los ruidos y las piedras
los ríos de marzo fluyendo hasta la luz
hasta el viento de junio
hasta la sequedad cautiva de septiembre

quién recuerda la hora
toda tú permaneces callada aquí
en la garganta estrecha de la vida
y sólo del amor queda el veneno

la piel el tacto del humo las telas
las lámparas encendidas en la noche de nadie
los latidos que se adentran en lo oculto
no nadie escucha tan sin sol sobre la sombra

el fuego en las pupilas los labios dicen siempre
los ojos dicen tú
el viento dice nadie
y nadie está con el agua que origina el día

como todo
loquenopuedodecir

al fondo siempre del mundo
y su estrecho silencio como entero cauce

donde
cada segundo
nombra
una
lenta
despedida

martes, 8 de mayo de 2012

LA MISTERIOSA


Ella un día
veloz cruzó la niebla.
(Frágil, tímida, hermosamente discreta).

Sin darse cuenta, dos cuerpos se acercaban.

(Yo miraba secretamente
como una sombra en la sombra).

La noche, los días extraños, el sueño,
los largos pasillos del alba,
las ruinas de una ciudad inventada.

Hace tiempo escribí un poema
para encerrarla en la memoria.

Pero todo es un vacío,
un signo frágil de lo ausente.

No he podido reinventar su rostro.

Su voz, las huellas como un pájaro
que se acerca a un hueso junto a un muro,
picoteando pan bajo la lluvia.

Como el árbol en la llama, como las tumbas en la noche.

Los restos del deseo, todo eso que llamamos amor
y sólo es el olvido.

El humo de los días: las horas que pasan sin saberse
y dejan siempre una pregunta.

El silencio. La luz velada y tenue. Este rumor.

(Dónde estará ahora, en qué perdido laberinto).

Necesito verla.

viernes, 4 de mayo de 2012

Lo que arde en las palabras...



Lo que arde en las palabras.
Lo que se encuentra tras las grietas de la lluvia,
donde exhalamos el humo
y el latido de la tierra mojada.
Lo que sucede a los ponientes:
estalla ese beso como raíz o fuego,
en una sequedad más alta,
noche cierta y delgada música
en los jardines que destellan por tu nombre.
Sólo los labios al tiempo,
la destrucción del límite.
Abrazamos lo total, extendemos
la sombra por el aire: aquí la vida
pesa menos, y estamos atados
al regreso del eclipse. Pulsar la voz
en el desierto, encender la llama,
lo que ávidamente se rebela,
lo que canta en el cuerpo de la tierra,
la tempestad borrosa de la nada.
Decirte que el amor es este sonido
que se alarga sobre el día.
Que mi tiempo es tu tiempo,
y todo quedará algún día
escondido bajo la nieve.
Lo que dibuja el corazón del perro,
el vuelo del águila, la mirada del reptil.
El rumor del viento sobre el sauce,
los lugares abatidos, la memoria
de todo lo que al fin la muerte
recoge en su regazo. El tiempo
bajo el tiempo, la sangre del mundo,
el silencio,
los golpes del dios que nunca duerme.
Lo que decimos por encima de las nubes,
alterando la vida y la distancia.
La secreta ceremonia. Lo que se define
más lejos, más alto, más allá
del territorio de la luz. Lo que nunca
estará vencido, y secretamente corre
la cortina, y enseña las lámparas del beso.
Lo que se pronuncia en silencio, en voz baja,
acariciando la semilla del árbol,
la raíz antigua de la noche.
Lo que está latiendo sin latido.
Lo que traza la línea de la muerte.
Lo que mide la distancia entre un labio
y la estación del sol. (Las hojas muertas,
la vigilia, la ciudad que duerme
en el otoño). La sal de los bosques, la piedra antigua,
el páramo que el duende no conoce.
Lo que profana los pianos, la amarilla y dormida luna,
las sonatas del insomnio, las ventanas aniquiladas
por los vértices del sueño.
Lo que enteramente vive
y deja descendencia. (Pronunciar tu nombre,
abrir una puerta en la memoria,
amarte en un rincón del laberinto).
Lo que nos define sin nosotros,
lo que somos sin el ser.
(Las tardes de junio, los frutos en silencio).

Lo que devora el fuego, y primero es luz.
Lo que siempre es siempre todavía.



Luis Llorente
4 de mayo de 2012


miércoles, 2 de mayo de 2012

LA FURIA



El signo del día. No digas ese cuerpo. Hay un lugar que existe
detrás del olvido, de todo lo que sigue por el mar
como las líneas ocultas de una tarde borrada. Los ojos
que caen y los soles
que empiezan. Hay un perro aquí: los vientres insepultos, las cenizas acabándose.
Lejos el umbral de la memoria. Mantén la noche cerrada, los pasos
que se reflejan en la sangre, el latido del dios que vence
al eclipse de la lluvia. Cuidado con el día. Aquí hay un vasto reino.
Es domino de la voz y semilla en la palabra. Cuidado con el día. Aquí
tus ojos se posan en mi frente. Mis labios duermen y a veces sucede
un sueño impuro que entra al centro. Pienso en tu nombre. Los días borrándose
y todo queda
más al fondo de la noche, el ruido estepario, los canales de la luz, todos los signos
que nunca se equivocan. Yo te amo. Cuidado con el día.
La marea rompe, los refugios se destruyen. Alerta, alerta. Cuidado con el día.

Cuidado, que estallan las lámparas del beso
y aún estamos muertos. Cuidado, que no habrá memoria
detrás del humo. Cuidado con los lentos pulmones de la luna. Cuidado
con la noche, cuidado con el olor del mundo, 
con el rostro abandonado y las huellas de los siglos.
Cuidado con todo lo que nace.
Cuidado, que esto es un desierto más allá de todo.
Cuidado, que yo te amo
y la noche es negra y larga.